No es mala idea, antes de visitar Bonares y sus dos casinos, echar una ojeada a la literatura que circula por la Red y en los libros, sobre el tema del Rio Tinto y sus correrías por Huelva, en su periplo curiosísimo de norte a sur, de los colores al mar.
Uno va acostumbrando la vista y el ánimo a los distintos tonos y sonidos, desde el orgullo pictórico de La Naya, hasta el fértil arenal de lo que los geólogos llaman “Arenas de Bonares” (Eduardo Mayoral Alfaro). Todo esto pasando por el silencio de Jaramar y Berrocal, hasta la despedida noble de Niebla.
Es un error ir a Bonares sin haber acostumbrado el “magín” a la presencia del río mítico en la orilla “rica” del margen izquierdo. Aquí lucen lomas de tierras pardas y hondonadas de sembrados verde, llanuras de viñedos y enormes minas de frutas, que llegaron a Huelva después que los conquistadores cristianos. Si la fresa hubiera existido cuando el Conde de Niebla campeaba por estos lugares, no se hubiera marchado a otras latitudes a vivir de rentas.
Hay que dar a Dios lo que es de Dios y al Tinto lo que es suyo. Desde su nacimiento hasta su espléndido abrazo con el Odiel, todo su curso es un alarde de fantasía y de misteriosa vitalidad. Hasta terminar por los campos de Bonares, llenando de riqueza roja (esta vez no mineral) una tierra que une la fresa al vino, lo rojo a lo dorado, lo de siempre a lo de para siempre. Porque el vino del Condado no dejará de ser magnífico ni la fresa será jamás un pasado.
Y dentro, Bonares. Con ese maridaje entre estética y tradición, que la convierten en atractivo destino de viajeros amantes del placer. Desde la Plaza de España a la de La Constitución, todo es oferta de míticas celebraciones de Cruces y Corpus, además de una Patrona que es un reto a lo habitual. En la práctica totalidad de las localidades españolas, la Patrona es la Virgen, en alguna de sus advocaciones. En Bonares, no lo es. Que para eso hay un nombre, Salomé, que identifica a una Santa que se hizo con la titularidad del patrocinio. Santa María Salomé, que no es convidada de piedra en Bonares, sino titular en las cabeceras de carteles y en las cabezas de los vecinos.
Entre las plazas de España y la Constitución, de una a otra, la Calle Larga, que ahora recibe el nombre de ese ingeniero, Ildefonso Prieto,que propició la llegada del agua a Bonares. Y en esta calle, uno de los dos casinos que hay aquí. El otro, al final de la calle, en la Plaza de La Constitución, donde comparte protagonismo con el Ayuntamiento. O tal vez podemos decir que el Ayuntamiento es importante porque tiene el Casino Agrario al lado. Lo veremos.
Dos casinos. Y aquí, sí podemos decir que se mantiene la tradición social que nos habla de los casinos de ricos y casinos de pobres que hubo en todas la localidades del Sur. Bueno, en casi todas.
En Bonares, aunque el clasismo no sea un problemas social, felizmente superado, se mantiene el cariz en sus dos casinos. Por algo uno de ellos, el Centro Benéfico, es hijo fiel de una tradición de pudientes de otros tiempos, pero que conserva hábitos y estilo de sus creadores. Aunque gran parte de los casineros sean socios de ambos casinos. Pero sigue siendo el “Casino de los Ricos”, por tradición no renunciada.
En el libro “Casinos de Huelva” decimos: Casino “de ricos” en su época, mantiene ese aire de sede acomodada de socios pudientes, con el tono de sereno bienestar que se percibe nada más entrar. Todas las edades. Todas las clases sociales, aunque mantiene el aire de clase media acomodada.
El otro, el Casino Unión Agraria, posterior y reacción a la existencia del Benéfico, es hijo de una clase obrera, trabajadores del campo, que es lo que siempre ha dado empleo y riqueza a esta zona. Pero no es gratuito este origen, ya que ese carácter agrario inspiró el sobrenombre que se convierte en inevitable y cariñoso en estos casos. Es el “Casino de los Núos”, en alusión a la forma en que los obreros del campo protegían su cabeza del sol, mediante un pañuelo y cuatro nudos (núos) en las puntas, para que encajara bien. Y como improvisado monedero, para las pocas monedas que los campesinos solían llevar encima.
Al terminar la guerra esa que hubo, se incorporaron como socios muchos que estaban en el frente, con lo cual se acentuó el carácter obrero y la vida del Casino. Aunque haya sido en la actualidad, con la incorporación de dos cantineros jóvenes, cuando el bar atrae a otros jóvenes al uso y a la sociedad casinera. Y con la puesta en marcha de actividades musicales en la parte baja.
Dos casinos, que son supervivientes de otros que hubo. Dos casinos que son prototipos de ambientes diferentes, uno más sosegado y señorial, otro con más bullicio y movimiento. Para que cada cual elija, según el momento y el estado de ánimo. Es sumamente interesante la permanencia del carácter de estos dos casinos, en una provincia en la que casi no quedan vestigios de estos dos tipos de entidades sociales.
Es interesante y riqueza antropológica que no debe pasar inadvertida a los amantes de estas bellezas sociales. Las diferencias no son deseables, pero los paradigmas que estos casinos representan, sí son valores de nuestro patrimonio. Por eso en Bonares, cuando la mañana termina, hago una parada en uno de los dos Casinos a tomar una tapa con algo, junto a mis amigos Pedro y Belén. Cuando la tarde empieza, el café con mi amigo Manuel, en el otro Casino.
En uno, la vitalidad que dan a su bar esa pareja de jóvenes que arribaron para eso. En el otro, el sosiego y la belleza que bien cuida mi otro amigo, Manuel. Dos estilos que no deben dejar de ser reliquias de formas casineras anteriores, de los orígenes, de cuando los casinos eran referentes y soluciones.
La Sociedad Centro Benéfico, en la que es calle principal que lleva al Ayuntamiento, se deja ver en verano por un toldo que amortigua el sol de justicia en las horas malas. Dentro, su suelo beig de buen mármol, con curioso y bello dibujo geométrico, hace buen maridaje con un salón importante, de mesas y sillones de sólida madera y asiento mullido y cómodo.
En la feria de octubre, celebración del día de la Santa, el Casino Centro Benéfico tiene una caseta hermosa, como continuación de su salón de la Calle Larga. Porque en el Sur el exterior puede ser parte importante de los casinos. Pero sólo en el Sur.
Ya pasaron los tiempos en los que se necesitaban dos avales para ser socios y se colocaban colgaduras negras en el balcón al fallecer un socio. Pero el estilo y señorío de su interior se mantiene como referente del asueto de sus socios.
Más abajo, en la Plaza, la Sociedad Unión Agraria se tutea con el Ayuntamiento, sobre todo a la hora del café de los visitantes ilustres, que usan las estancias de este Casino para los minutos de “negocios de velador”.
Este Casino, en el Corpus, alcanza uno de sus dos momentos cumbres en la vida local. Con la calle llena de mesas para atender la costumbre de comer ese día fuera. Y por la tarde, la música en la Plaza, con la Banda de Música Local. Mi amigo Pedro, toca el saxo, como corresponde a un pueblo que tiene la música como una de sus grandes debilidades. Pero la música de banda, que es lo genuino.
El otro momento importante de este Casino en la vida de Bonares, es cuando las Cruces toman esta Plaza para ejecutar los ritos tradicionales de las “Caídas”, con todas las hermandades en sus lugares y la principal en el Ayuntamiento. Bello espectáculo que uno debe anotar en su agenda de baile, para estar allí una vez en la vida. Al menos. Y verlo desde el Casino, que para eso permitió a la Historia hacer una plaza delante y un Ayuntamiento al lado.
Y no se olviden esos dos monumentos gastronómicos que tuvieron su sede en Bonares: Las habas enzapatás y la poleás, que en tiempo de penurias eran manjares y alimento bien completo. Hasta me gustaba o al menos así lo recuerdo, cuando tocaba comer esos dos platos en la mesa que ponía mi abuela Rosario, en los tiempos en los que el nombre de Salomé era reverenciado en la historia de Bonares y en la mía.
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